Amor, palabra sencilla y
compleja al mismo tiempo, ¿pues no es el amor un eterno juego de
azar y contradicción? Una partida de sentimientos que casan y
compiten entre sí a cada instante, el equilibrio en la adversidad.
El amor es el inagotable oscilar del péndulo humano, el motor del
éxito y la felicidad. El amor se encuentra atrapado en cada sonrisa,
en cada gesto amable, en cada muestra de humildad. Acariciar con
suavidad las curvas de tu espalda, abrigados bajo una tenue luz en la
oscuridad, eso es el amor. Enterrar los pies en la fría arena
virgen, bajo un manto de estrellas que explotan en el firmamento. La
soberbia de tus gestos, el milagro de tu desnudez. El inconquistable
secreto de tu conciencia, tu espíritu ingobernable. Eso, sin ninguna
duda, es el amor.
Una virtud abstracta que alza
su estandarte en nuestra existencia, y se refleja en lo genuino, en
quienes irradian pureza y bondad. Hay quienes dicen que la felicidad
está hecha del material con el que se teje el amor. Yo encontré la
felicidad en la forma de una incógnita, que atrapa hasta el último
de mis sentidos, que dilata mis pupilas cuando huelo su aroma. Una
incógnita que endulza mis oídos y humedece mis ojos a cada palabra
que pronuncia, que ondea su melena al viento y reluce hasta el punto
de enmudecer al sol.
Su cuerpo de porcelana y su
mirada ardiente, su piel delicada y su figura firme, no son más que
un hermoso caparazón que encierra lo más genuino, único e
incomparable que calquiera pueda soñar. Mi único deseo es continuar
admirando a esta incógnita, tratando humildemente de encontrar
significado a tan inenarrable perfección.
Una incógnita con nombre y
apellidos a la que prometí dedicar mi tiempo y esfuerzo, ¿pues no
es a caso la vida una eterna búsqueda de respuestas?